jueves, 9 de diciembre de 2010

Agarraos a las orejas

Cuando sin haber llegado aún lo más crudo del invierno, nos dedicamos ya a mirar por la ventana esperando la primavera, es que la cosa está más que jodida. Nuestros gloriosos padres de la patria nos han sovietizado, la ruina fáctica junto con la moral son realidades a las que sólo falta una confirmación oficial, que si no ha llegado, o es porque todos estamos muy mal informados o es que se oculta la verdad para que no duela lo que dolería si se supiera. Esto se degrada a diario.

Dicen que Dios aprieta pero no ahoga. Yo no sé si colectivamente llegará el milagro de la mejoría que nos saque del agujero, pero el devenir de la Historia no es benigno con este tipo de cosas, los partos se hacen sobre la sangre, el sudor y el esfuerzo, y si no que se lo digan a la Argentina o sin cruzar el charco, a la Europa que surgió de la posguerra en los últimos cuarenta y los primeros cincuenta. Creo que lo único que a día de hoy nos está salvando de la hecatombe es lo bien estructurado de la sociedad. Esta mañana cuando fui al quiosco a comprar el periódico, me encontré junto a la ventanilla del mismo departiendo con el quiosquero a los mismos hombres de todos los días, apacibles y tranquilos, y coincidí en que la lluvia que nos caía encima a esas horas, venía bien; nunca es mal año por mucho trigo ni por mucha agua.

La gente está a la espera de que alguien creíble nos diga que nos vamos a salvar, y creo que eso forma parte del problema. No hay un solo político en Europa del que podamos fiarnos, porque la política lleva bastantes años sin ser capaz de dar respuestas concretas y fiables  a la sociedad. La credibilidad política en Europa murió con Churchill y de Gaulle. En España ni siquiera llegó probablemente a nacer cuando pudo haberlo hecho, salvo milagro, no podemos buscarla a día de hoy. Ya en los años 30, Unamuno creía en la llegada del "cirujano de hierro" al que nunca conoció. 

Los franceses dicen de nosotros que somos un país de ingobernables, lo que no dicen es que a lo mejor eso es porque siempre hemos sido tan mal gobernados que hemos acabado haciendo lo más sabio en estos casos; no dejarnos gobernar. Para estos casos, hemos visto la última gran solución; se convierte en militar al paisano y se le gobierna por la vía del galón, y paradójicamente el paisano se encuentra mucho mejor gobernado por la bocamanga que por la puñeta, así son las cosas. Pues imaginaos que los futbolistas se declararan en huelga, y por la pupa que le hacen a la federación y al PIB, los militarizan para que jueguen a la pelota. No estaría mal que el portero fuera el capitán, el entrenador el coronel, y a los que jugaran en segunda les hacíamos cabos primeros. Si militarizaran a las vedettes por negarse a bailar en teatros poco calefactados, yo volvería al cabaret como público, porque eso de ver a una comandanta en paños menores apalpándose la pierna, despierta mis más picarones instintos ¡¡el eterno femenino!!

Bromas aparte, como nos movamos nos crujen, esto se ha estado sujetando por la inercia y tiene toda la pinta de ir a empezar a sujetarse por el miedo de aquí para adelante. A mí, por su extensión en el tiempo, me está empezando a parecer como una especie de amago de la Revolución Francesa, pero sin tocar cabezas coronadas, que de nada tienen culpa hoy, sino más bien moviendo las piezas del dinero y haciendo caer a los peones, que somos todos. Lo que salga de aquí, va a valer para muchos años, nada fácil el futuro por lo que veo.  

¿hasta cuando la sociedad seguirá mirando por la ventana y no se echará a la calle? No tengo ni idea, pero al paso que vamos, el momento puede llegar, y entonces habrá tantas cosas que pedir que no sabremos por cual empezar. Es necesario un renacimiento político, del cual el sistema va a defenderse  a muerte, de hecho ya lo está haciendo.

Todos estamos aguantando como podemos. El miedo no genera lírica, o lo que es lo mismo, ¡agarraos a las orejas, que en una de estas curvas nos podemos caer!

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